5 de julho de 2008

Diario de las noches en que murieron mariposas...


La luz de la habitación ya estaba apagada. Sin embargo, del otro lado de la puerta, todavía no dormían y una blanca e intensa penumbra se filtraba llenando de sombras y de fantasmas el cuarto. Esperaba que todo transcurra como venía sucediendo desde hacía varias noches. Lo esperaba, no porque lo deseara, sino porque me preparaba. Entonces aparecía ella, con palabras de amor y de ternura, al tiempo en que se sentaba en mi cama, acomodaba las colchas, me daba el beso de las buenas noches junto a una dulce tan dulce caricia, y se iba a su cuarto con la promesa de un suculento desayuno por la mañana.Yo pensaba, ojalá cierre la puerta, ojala hoy todo vuelva a ser como antes, como antes... ojalá se queden conversando y ella lo distraiga, ojalá ella no se acueste y decida caminar toda la noche, ojalá ella no se duerma, que no se duerma... ojalá se le ocurra de ahora en más, dormir de día, cuando él trabaja.

Mientras pronunciaba mi rezo cargado de inocencia, veía cómo la penumbra se oscurecía y su figura atravesaba la puerta.


Yo no podía ver su rostro a contraluz, era su enorme silueta que se acercaba. Sin embargo, yo sabía que sonreía.Él no pronunciaba palabra alguna, entornaba la puerta detrás de sus pasos silenciosos, y llegaba hasta mí, con su pijama y su perfume tan fuerte que me daba alergia, comezón en la nariz, horrible olor en el que nunca antes había reparado y que sin embargo, me era tan conocido, y hoy me daba un asco que me producía náuseas. Se acostaba sobre mi cuerpo pequeño y se me hacía muy difícil soportar el peso, me faltaba el aire con su panza enorme que se hundía en la mía... Entonces comenzaba a moverse mientras me besaba las mejillas, el cuello, la frente, intentaba la boca que yo corría, y sus manos acompañaban ese movimiento que cada vez era más agitado, e intentaban colarse por debajo de las mantas encimadas, trabadas por mis brazos que tensos, hacían una fuerza inteligente para que no pasaran y me tocaran. Era mejor que lo hiciera por encima de las mantas, así, tal cual lo hacía. Yo esperaba que termine, con mi cara llena de su baba y unas ganas de llorar que me confundían la rabia.

Es que los quería tanto... Ella era hermosa, su risa inundaba mi corazón de amor, me hablaba como si yo pudiera comprender todo lo que decía, como a una amiga o una hija mayor. De a poco fui entendiendo algunas de esas cosas que me contaba, eran temas de adultos. Yo me sentía privilegiada. Siempre estaba sola conmigo y para mí... Y mientras ella cocinaba y me hablaba, yo tenía en brazos a su bebé. Eso me encantaba, amo los niños, y esa beba era tan bonita, nunca lloraba. Me preparaba manjares que compartíamos en la mesa como dos buenas amigas. O como madre e hija.


Yo no recuerdo si ya tenía cumplidos mis nueve años, o si ya había cumplido mis diez... Y aunque era pequeña, siempre recuerdo haber tenido pensamientos adultos y me honraba ser tratada como tal. Me aburrían los juegos de los niños y niñas de mi edad, por eso tampoco tenía amigos ni amigas. Me sentía privilegiada en esa casa, mi otro hogar, mi otra familia, porque era respetada en mis pensamientos, podía explayarme en mis opiniones acerca de cualquier tema, podía ver en la televisión lo que quisiera, y recibía regalos y adulaciones permanentes. Era la indiscutida Reina del hogar.

Él no era hermoso, así como ella, era más bien feo, pero ¡tan bueno! Me desafiaba a juegos de adultos también, y disfrutaba verme ganar como si fuera su propia victoria. A mí no me interesaba mucho eso, ganar, pero verlo reír tanto hacía que yo también disfrute de esos juegos de estrategia o de agilidad. En su computadora estaba el ajedrez, me enseñó como usar la máquina para jugar, ya que yo siempre jugué el ajedrez en tablero y con reloj y con otro contrincante de mi edad, o aproximadamente. Entonces pasaba del nivel uno al dos, luego al tres, y si él seguía riendo, pasaba al cuarto... hasta donde se me complicaba un poco y entonces, él mismo interrumpía porque no soportaba verme perder.

Otros juegos tenía en su computadora, no los recuerdo, pero la motivación era la misma y la secuencia parecida. También me invitaba a jugar al ping pong. Apenas pasaba la altura de la mesa. Hasta desarrollarme fui muy petisa.

Y ahí estaba yo, con mi agilidad puesta al servicio de su risa, y mi viveza en la victoria.Para un cumpleaños, me regaló la gran bicicleta, la mejor, la más linda. Era grande para mí, pero yo andaba lo mismo aunque no pudiera sentarme cómodamente. Era hermosísima y me la había regalado él, que era como un papá, o como un tío. Había pocas bicicletas como esa, en aquellas épocas. Definitivamente, yo era una privilegiada. Me amaban y yo los amaba...

No puedo recordar cuándo empezó lo de las noches distintas, a partir de qué... Donde en cada una de esas noches, moría una mariposa. Donde en cada una de esas noches, una niña iba perdiendo la inocencia, rápido y confusamente. Donde ninguna respuesta acudía a las preguntas, para aliviarle los enojos y la angustia.

¿Por qué se despedía así y no con un beso común y corriente?

¿Cómo no se daba cuenta que me hacía mal, que era muy pesado para acostarse arriba, que me faltaba el aire?

¿Por qué me besaba por toda la cara si yo se la corría?

¿Por qué me daba tanto asco?

¿Estaba bien, estaba mal?

¿Por qué a mi no me gustaba ese cariño que era distinto?

¿Por qué me daban ganas de llorar?

¿Por qué ella no venía y le decía algo?

¿Cómo es que ella no escuchaba nada?

¿Pensaría que me estaba contando un cuento?

¿Por qué cada noche que pasa los quiero menos? si son tan buenos conmigo...

¿Por qué mami no viene a buscarme?

¿Si la llamo qué le digo?

¿Por qué me siento tan sola y tan enojada?

¿Soy mala?

Demasiadas preguntas sin sus respuestas. Demasiados juicios de auto castigo. Demasiado enojo sin la suficiente conciencia. Demasiada confusión mezclada con el asco y con la pena. Demasiado, para una niña con pensamientos de adulto, pero sin la información necesaria.Tampoco recuerdo cuantos meses duraron esas largas noches de mariposas muertas. Un día dije que no, se lo dije a mi madre, le dije que no, hice berrinche y no, no fui, porque no, porque no quiero, porque no voy más, y cerré la puerta, y me encerré en el ropero, y no, no y no, no voy nunca más!

Ojalá hubiera terminado aquí. Por años así pareció ser, porque lo olvidé. Olvidé las noches, olvidé esa casa, la olvidé a ella, lo olvidé a él... Olvidé todo acerca de las noches distintas, de mariposas muertas.Durante años permanecí despojada de esa parte de la historia, en donde las mariposas se llevaron en vuelo, los recuerdos.Entonces cada vez que necesitaba defenderme de algo, de cualquier cosa, hacía berrinche. Crecí y esa forma se repitió siempre, el enojo, azotar las puertas, tener mal carácter, irse!!!... Irse, siempre resultó.

Se acerca el día de mi cumpleaños número treinta y siete. Y por esas raras cuestiones de la vida, nunca quise festejar la fecha de mi nacimiento. Estaba pensando si no estaría bueno que este año, para variar, planifique y lleve a cabo, la más reparadora y feliz celebración. Hoy quiero volver, no al mismo lugar, ni siquiera a un lugar parecido, solo quiero volver como de paseo, para abrazar a esa, mi pequeña mariposa, que todavía llora en la penumbra llena de fantasmas y de sombras.


Hoy ya no me quiero ir ni hacer berrinches. Hoy me quiero quedar, enfrentar, mirar, decir. Hoy quiero gritar lo silenciado. Hoy quiero nombrar a los fantasmas para que salgan de su escondite y se vayan o se mueran del susto. Hoy no tengo miedo. Hoy, sería para mí, un buen motivo de celebración, que se haga justicia.Justicia por aquella mía, y por todas las mariposas muertas de las mujeres que aún guardan su secreto y su luto. Solas, sin amparo... En un mundo que se rige por el poder de los monarcas, por los imperios patriarcales, por las leyes del hombre, que no son las mismas para las mujeres.

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